miércoles, 11 de mayo de 2011

Hoy recordé que en séptimo el profesor de historia nos enseñó un día que por muy enamoradxs que estuviésemos, era una exageración y un error decir que adorábamos a nuestrx enamoradx. No se puede adorar a una persona, decía, eso es sólo para Dios; puedes amar a alguien, pero sólo a Dios puede adorarse. Incluso dijo algo sobre el origen etimológico de la palabra, que no recuerdo muy bien, pero algo tenía que ver con Dios.

Vacié sus palabras de lo que él quiso decir y reconstruí el recuerdo, le di un nuevo sentido.

Desde el fondo de la sala de clases pienso en ti y asiento sonriendo: no es la que he construido en esta vida quien pone en un altar a la que tú has construido en esta vida, sino que es la diosa en mí que reconoce a la diosa en ti, adorándote con aires festivos.

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