viernes, 24 de septiembre de 2010

Hoy por primera vez sentí que lo mejor era escapar, salir de aquí corriendo lo más rápido posible con la excusa del juego de póker con los compañeros, irme y decir que era sólo por eso.. la puntualidad, la compañera que espera y todo eso. Siempre había pensado que huir es de cobardes, que lo más fácil es sumergirse en otros asuntos ignorando lo que duele, no enfrentar lo que inevitablemente está en frente... y de cierta forma lo sigo pensando, pero ya no lo siento igual. Lo mejor era escapar.
Me hizo bien compartir con mis compañeros, disfrutar de la emoción de la apuesta y jugar a las ironías. Me hizo tan bien que camino a mi casa sólo pensaba en el pancito y el té que me haría cuando llegara... en conectarme y conversar con mi Compañera, disfrutarnos y listo. Me bajé del colectivo, caminé a mi casa, abrí la puerta y algo me extrañó, algo noté en el aire oscuro... no prendí la luz y fui directamente a la pieza de mi mamá. La casa estaba en completo silencio y me llamó la atención que se hubieran acostado tan temprano un día viernes, ya que casi siempre mi mamá se queda hasta tarde viendo tele y eventualmente la acompaña mi hermana, si es que no está en su pieza. La voz quejumbrosa y dolida de mi mamá me dijo que la Claudia estaba enojada por el desorden, por los colchones viejos que aun están en el living y porque yo nunca estoy los viernes en la casa.
"Nunca estoy los viernes en la casa..."
Me salió una risita rara, entre burla y sorpresa, dije que no sabía qué decir a eso y me fui a la cocina... pero sí sabía qué decir, lo que pasa es que sólo tenía palabras duras para decirlo y mi mamá no resiste diálogos tan ásperos.
Me hice un pan con mermelada de mora y un tecito... busqué azúcar para el té; en la cocina no estaba, así que supuse que estaría el azucarero en el comedor... se debe haber quedado allá de la once. Lo fui a buscar con el entusiasmo que me produce la comida a punto de ser comida y lo que vi me paró en seco: la bandeja familiar tenía la once servida en ella, completa... el pan sin abrir, las tazas de té llenas, la palta oxidada y oxidándose aun más. Instantáneamente en mi cabeza surgió la escena de la pelea que terminó con el abandono de la comida, el único momento de encuentro de esta familia que se desarma todos los fines de semana cuando no queda otra que estar juntas. La foto de la bandeja con la once servida y fría en ella lo dijo todo...
¿Dónde termina una simple discusión y comienza la violencia?¿Cuándo el énfasis se convierte en grito?¿Cuándo el grito se convierte en agresión?¿Cómo voy a quedarme feliz un viernes en casa si apenas llevan 10 minutos juntas y ya hay una discusión estúpida? Cómo... cómo es que llevamos toda una vida viviendo en las piezas de al lado y aun no somos capaces de vivir juntas..
Violencia no es sólo decirse garabatos y golpearse; también lo es llegar al punto de hacer que estar donde se está sea indeseable.

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