lunes, 1 de noviembre de 2010

Te conté que me daba pena y como respuesta recibí una risotada, gigantesca, burlesca, violenta como los golpes que han silenciado a tantas mujeres, como la asquerosa inseguridad que cubren con fuerza bruta, desprecios, insultos sutiles, insultos groseros, violaciones en la casa que comparten y amenazas efectivas.
Sentí en ese gesto de no me importa toda la violencia que culturalmente me corresponde por ser mujer, toda la estupidez del macho recio que se enorgullece de ser más fuerte y hasta se da el lujo de portarse como un caballero cuando siente que ya la ha cagado mucho... entonces vuelve arrepentido con flores y promete cambiar, pero no cambia, y ahí vienen de nuevo los puños que se incrustan en las costillas y despiertan al hijito que ni siquiera ha visto el mundo y ya empieza a saber de su crudeza a través de las paredes que lo abrigan.

Con esa risotada te convertiste en todo lo que he odiado de todos los hombres que he conocido.

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